Fotografía y redacción: Alicia García Carvallo.
El Desfile de Alebrijes Monumentales, organizado por el Museo de Arte Popular (MAP), se ha convertido en uno de los eventos culturales más esperados del año. Desde su primera edición en 2007, esta celebración ha trascendido el ámbito artístico para convertirse en una tradición que une imaginación, identidad y comunidad.
Desde entonces, cada año se congregan más de cincuenta figuras monumentales, muchas de ellas de más de dos metros de altura, elaboradas por colectivos, escuelas, talleres artesanales y artistas independientes.
El desfile no solo exhibe destreza técnica; también es una expresión de identidad colectiva. Cada alebrije cuenta una historia: algunos evocan leyendas prehispánicas, otros reflejan preocupaciones sociales o medioambientales, y muchos dialogan con la cultura popular contemporánea.
Verlos avanzar por el Paseo de la Reforma es presenciar un desfile de símbolos: el sincretismo mexicano materializado en formas que desafían toda lógica zoológica. Hay criaturas que combinan alas de colibrí con cuerpos de jaguar, serpientes con rostros humanos o peces que flotan como globos. Los colores son desbordantes, casi imposibles, y la creatividad parece no tener límites.
Más allá del asombro estético, el Desfile de Alebrijes Monumentales reivindica la vigencia del arte popular como una manifestación viva,
dinámica y profundamente contemporánea. Frente al dominio de la cultura digital, estas piezas nacen del trabajo manual, del diálogo entre generaciones de artesanos, y del uso de materiales comunes — cartón, papel, madera— transformados por la imaginación.
El desfile es solo una de las muchas actividades que el museo promueve, pero es, sin duda, la más emblemática. Su capacidad de
convocar a miles de espectadores y decenas de talleres demuestra que el arte popular no pertenece únicamente a las vitrinas, sino
también a las calles.
Además del desfile, el evento incluye una exposición temporal en Paseo de la Reforma, donde los alebrijes permanecen varios días para que el público pueda admirarlos de cerca, tomarse fotografías y conocer el trabajo de los creadores. También se realiza un concurso en el que se premian la creatividad, la técnica y la originalidad de las obras participantes.
Los alebrijes caminan entre nosotros, recordándonos que México es, ante todo, un país que imagina con los ojos abiertos.
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